Invadido

 Una invasión. En toda regla.

Te levantas una mañana y te das cuenta de que te han robado una habitación. Si ya el piso

era pequeño, ahora es minúsculo.

¿Cómo ha podido suceder?

No, claro que no. No ha llegado nadie con una grúa, ni ha usado una bola de metal de

trescientos kilos para abrir un boquete en tu piso y dejar que tus vecinos puedan ver ahora,

algo sorprendidos, tu pasillo donde antes veían la ventana de un cuartucho.

No.

La habitación sigue ahí, en el mismo espacio que cuando adquiriste el piso, pero ahora hay

novedades. Una mesa, una silla y un monitor. Esquinados quedaron el viejo sofá biplaza de

Ikea, bajo la ventana, la guitarra sobre su taburete, encogida al lado de la calefacción y

cogiendo polvo, las dos estanterías llenas de carpetas que parecen haberse pegado ellas

solitas a la pared, como quien deja paso a alguien que lleva mucha prisa, y la máquina de

coser antigua que, invadida y todo, sigue manteniendo su espacio y su majestuosidad. Ésta

no se deja avasallar tan fácil.

En realidad la culpa es medio tuya. Hay quien regala caramelos, como los Reyes Magos los

cinco de enero. Tú fuiste a otra cabalgata y recogiste caramelos, pero éstos, a diferencia de

aquéllos, llevan cloroformo.

A ver. Envenenados no están, pero algo anestesiado sí que te tienen. O te tenían hasta hoy.

La mesa no es un ascensor, pero se sube y se baja si pulsas un botoncito eléctrico.

Regulable, puedes guardar hasta cinco alturas diferentes en su memoria. Tan inteligente es.

De diseño. Miraste el precio en internet y, sorpresa, no hay manera de rastrear lo que

cuesta. Querían que picaras, que miraras y que no lo encontraras. Forma parte del juego. El

monitor semeja uno de aquellos paneles que aparecían en Blade Runner, la primera, la

buena. Hay que tener cuello de lechuza para dominar toda su anchura con comodidad. No

te sorprenderías si un día, creyéndose dron, levitara sobre la mesa unos segundos y echara

a volar sobre el parque de al lado tras arrancar el cable del enchufe, así que dudas si dejar

la ventana abierta, incluso cuando llegue el verano, no sea que le dé por darse un garbeo y

no vaya a volver. La silla tiene tantos reguladores, tantos grados de libertad, que si sigues

girándote sobre ella vas a acabar descoyuntándote.

Ha sido una conquista sencilla, pero ahora te das cuenta de que igual ha sido un error. Todo

lo vas a pagar tú: la electricidad, la conexión de internet, la limpieza, el seguro. Te tendrás

que hacer de comer, tendrás que organizar los días, las horas y los minutos con el objetivo

de rentabilizar y compensar por tanto caramelo. Por un puñado de caramelos. ¿Estarán

podridos? Te viene a la cabeza la canción de Los Ilegales y no sabes por qué. Ya los has

comido.

Acabas de despertar. Se pasó el efecto del cloroformo. Pasarás jornada tras jornada delante

de ese panel intergaláctico, sentado en una silla a la que solo le falta incorporar un grifo de

hidromasaje y dándole a los botoncitos de la mesa como si fuera una Gameboy.

Tras la primera, agotadora, en la que no te has levantado ni para darle conversación a la

cisterna, tienes sensaciones encontradas. Cierto, has ganado en comodidad en algunas

cosas (el trayecto hasta la cocina es corto, el baño lo tienes al lado, en tres metros llegas al

catre), pero has perdido aquello tan valioso que siempre quisiste dejar fuera de tu espacio

vital y que se ha visto tan reducido ahora. Invadido, has perdido una habitación. Una

habitación y algo más, porque tienes la sensación de que el resto de tu vivienda gira en

torno a ese espacio tan minúsculo que ahora será donde pases tantas horas a diario.

Sales a dar un paseo antes de que se vaya el sol. Ahí están esos tipos, de pie y fumando,

bien vestidos, mientras dan instrucciones a un currante dándole a la mezcla. Llueva, nieve,

haga frío, las obras no paran y ésta ya lleva más de dos años llevándose a cabo. Aún le

queda, tanto como al tipo darle a la mezcla. Han levantado la estructura, nada más.

Te preguntas si ese currante aceptaría unos caramelos como tú, con cloroformo, la

manzana de Blancanieves. Quizás sí, quizás no, pero apostaría a que alguna vez le

gustaría probar.

Entonces reanudas tu paseo pensando en lo agradable que será levantarse mañana y, sin

tener que plantarte una mascarilla, a solo tres pasos, disfrutar de tus caramelos, porque

después de todo no está tan mal el teletrabajo.


Fdo. Fermín. El texto fue el primer ejercicio que mandé en el taller que solo envié a Sergio y que, creo, ninguno de vosotros llegó a leer. No se adaptaba a lo que se pedía porque en ese momento Munich estaba confinado y no había nada abierto, menos aún museos y exposiciones. Así que escribí lo primero que me vino a la cabeza.

Comentarios

  1. Está guay, Fermín, me traslada a aquellos desoladores y resignados días

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    1. Pibe!! Me alegra mucho que te haya gustado😊 Una situación tal cual dices: de absoluta resignación...

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  2. Qué bueno, Fermín, dan para muchas reflexiones estos cambios que vivimos. Me desconcierta no obstante el giro optimista del final, después de haber narrado tantas cosas negativas anteriormente. Creo que el texto ganaría si se aligeraran los primeros párrafos, para no llegar tan "cansados" al final y que el cambio de humor no nos pillara tan a contrapié. O también se me ocurre que las cosas buenas del teletrabajo podían ir dejándose ver poco a poco a lo largo del texto, para ir mostrando a la par que, aunq tenga muchas desventajas, hay cosas que están bastante bien. Un abrazo!

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    Respuestas
    1. Ana, muchas gracias por leer y comentar!!😊

      Te digo: con lo del final, el cambio 'optimista', quería dar la impresión de que, a pesar de todo lo malo que tiene el teletrabajo, ves que los demás están 'peor' que tú (al menos en principio... ese pobre currante de la obra...) y entonces ya no te parece tan malo nada lo que habías dicho antes y sobre lo que tanto te quejabas. Hay algo de 'Schadenfreude' de la peor en eso...
      Creo que el texto se podía mejorar como dices. Quizás quería ir desgranando demasiado poco a poco para dar el vuelco al final y no termine de funcionar muy bien cómo cierro la reflexión. Me gusta más tu idea primera como mejora😊

      Cuídate y gracias de nuevo por leer y comentar🤗

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