Núremberg

La Núremberg de la actualidad es una copia moderna de sí misma. Las aguas mansas y verdosas del río Pegnitz parecieran ocultar el pasado de esta ciudad que una vez fue antigua, escondiendo ese cadáver trágico que dejó la segunda gran guerra, cuyos huesos forman los pilares sobre los que se reconstruyó ese rejunte de edificios que ahora la constituyen y que a veces recuerda a un museo: viviendas levantadas a base de cascotes, como piezas de un mosaico o un espejo roto, recuperadas y recompuestas por manos hábiles, pegadas a otras nuevas que respetan el color y textura originales con el objetivo de reproducir aquello que una vez debió ser una ciudad muy hermosa. 


Se ha hecho con sumo cuidado: lo nuevo casa a la perfección en estilo arquitectónico, en el color de los materiales, en la disposición y forma de las ventanas, en los tejados inclinados, con aquellos otros viejos muros y fachadas que sobrevivieron milagrosamente a los bombardeos aliados, muy pocos, pues solo el 10 % de la ciudad quedó en pie tras las sucesivas descargas. El resultado: un espejismo, orgulloso de su pasado pero alejado de la belleza que debió poseer tiempo atrás por bella que ahora quiera presentarse a nuestros ojos esta Núremberg de la actualidad.


El río, como un cuchillo, parte la ciudad en dos zonas que se dejan conectar en varios puntos por sucesivos puentes. Se saludan sin mucho esfuerzo: el Pegnitz apenas si alcanza los quince metros de anchura de media. Pasear a lo largo de cualquiera de sus orillas, rodeadas en ocasiones por frondosos árboles, y bordeadas por terrazas desde las que se puede observar su devenir tranquilo disfrutando de un café o una cena, es una experiencia relajante. Los balcones de los edificios que dan al río, adornados unas veces de manera exótica (cabezas de Buda cuyos cabellos son plantas o lámparas cuya luminaria tiene forma de cabeza de Medusa) y otras con mucho gusto (con faroles engarzados, tapices o estantes que parecen salir de la sala de estar para formar parte del balcón), se asoman a él sin vergüenza mientras los turistas no pierden detalle de las cuchipandas que en ellos celebran sus propietarios. Como para dar brío a una corriente muy perezosa, en algunas partes de su cauce se han construido pequeñas cascadas que dan un empujón a un fluir dificultoso. 


Núremberg y Múnich son hermanastras que administrativamente pertenecen a una misma región, Baviera, que poco tienen que decirse la una a la otra. Difícil saber si son de madre o de padre diferentes. La gastronomía las hermana, la arquitectura las separa. La primera tiene algo de mediterráneo y la segunda algo de alpino, hasta pueblerino. En la una, el centro es de toda la gente, da sensación de recogimiento y las terrazas son el enlace entre el hombre y la piedra; en la en la otra, hay un centro, con un carácter más recio como de la capital de Bundesland que es, para algunos, el resto descansa a la orilla del río, que la atraviesa de noreste a suroeste como una fisura, mientras ignora a la otra parte. Y es que la primera es de Franconia, aunque la forzaran a ser de Baviera, como la segunda.


Atestadas de jóvenes que degustan sus cócteles mirando las pantallas de televisión, creando ambiente mientras gritan a cada pase en el partido inaugural de la Eurocopa, las terrazas bullen en el centro cuasi peatonal en esta ciudad donde una vez se celebró, sobre todo, un gran juicio al que, eso sí, otros muchos siguieron. Escapando de la muchedumbre, ponemos nuestro foco de atención en aquello que el Pegnitz nos parece ocultar. En el oeste, ajeno a la vitalidad y al jolgorio del centro, se encuentra el Palacio de Justicia. En su Memorium, se puede visitar la Sala 600 donde se juzgaron a los máximos criminales nazis terminada la segunda gran guerra y donde se celebran aún a día de hoy vistas. No ha dejado de ser lo que pretendía: un lugar para impartir justicia. No conserva la distribución original de asientos durante los sucesivos juicios. En realidad, no conserva nada de aquello salvo el habitáculo. Una planta más arriba hay una exposición interesantísima sobre los procesos de Núremberg, su gestación, desarrollo y consecuencias, germen luego del Tribunal de la Haya. El hombre siempre busca establecer una justicia cuasi divina de la mano de los vencedores. Quizás con razón, aunque uno duda en general de los que juzgan. Los vencidos nunca pueden entenderla de la misma manera, incluso si los actos de los llamados culpables y luego condenados son de una brutalidad, una sangre fría y un alcance tan terrible que son difíciles de comprender y uno tenga que taparse la cara con la mano a cada fotograma de algún video que se puede ver en la sala. 


No podemos por menos que intentar resolver una de tantas dudas que nos han quedado tras la visita. La señora que nos provee de un desayuno de pandemia, y que ese día está sola en el hotel y a la vez atiende la recepción, nos comenta con cierto orgullo que todos los edificios que nos rodean fueron destruidos y que solo el del hotel en que nos encontramos se salvó en los bombardeos milagrosamente, que el edificio ha pertenecido siempre desde hace más de un siglo a la misma familia. Queda claro de qué lado estuvo el propietario para que el edificio no cambiara de manos durante la dictadura nazi ni durante la guerra. "¿Cómo pudo la gente reconstruir la ciudad, dónde vivían mientras tanto si estaba todo en ruinas?". "Rodeaban alguna pared que había quedado en pie con sacos o escombros. Vivían en condiciones pésimas. Así pasaron los años mientras que la reconstrucción se llevaba a cabo. La gente pasó mucha hambre. Los hombres murieron casi todos en la guerra. Prácticamente solo quedaban mujeres, que fueron las que levantaron la ciudad, algún hombre retornado del frente, niños y algunos mayores, que ayudaron en lo que pudieron. Debió de ser horrible". En Heidelberg, de donde es originaria, los americanos llegaron a tirar octavillas desde los aviones haciéndoles saber a los lugareños que la ciudad no se destruiría. "Para cuando terminara la guerra hospedarse allí y poder dirigir las labores de reconstrucción del país. Solo dos bombas cayeron en ella. Diez mil americanos se hospedaron y vivieron durante años en Heidelberg. Allí la gente al menos podía comer". 


Hay un trasfondo de pesar en todo cuanto dice esta mujer alta y corpulenta, de una injusticia latente que quizás no sea sino la justicia de los aliados vista desde los ojos de los que perdieron. Igual que el Pegnitz parte la ciudad en dos, la justicia siempre estará dividida, por la mano de los que la imponen. Porque después de todo, siempre hay dos de ellas: la de los vencedores y la de los vencidos; la de los que la imparten y la de los que la reciben.


Fermín.

Comentarios

  1. Qué bueno, Fermín, dan ganas de viajar allí este verano

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    1. Muchas gracias;-) Si no la conoces, te la recomiendo. Es una ciudad que merece mucho la pena. Desde Munich se llega fácil con el tren. Siempre había estado de mercadillos navideños, pero en esta ocasión fue una visita de fin de semana y se disfruta mucho más. Se ve fácil en un día.

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  2. Me gusta mucho tu escrito. Haces una entrada buenísima y en todo el texto hay información y análisis inteligente sobre la ciudad. El lenguaje está muy cuidado. He tenido la sensación de que pierde cierta fuerza literaria (que no interés) en el párrafo del juicio y el de la señora del hotel, tal vez por demasiado entrecomillado. Y, de nuevo, el párrafo final, buenísimo. Todo el texto está plagado de metáforas interesantísimas. Bueno, es mi humilde comentario de aficionada. Saludos, Fermín!

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    1. Qué bien, Mar!! Muchas gracias por leer y comentar😊 Lo que además me ha gustado mucho los detalles que das de las partes en las que se pierde fuerza y es que, por un lado, quería darle importancia a lo de los juicios para desembocar en la parte de la señora del hotel y me costó bastante. No sabía miy bien cómo contarlo sin que al final quedara algo cojo.
      En cuanto a la entrevista (entrecomillados al final), eso lo entiendo también. Quería darle protagonismo a la mujer y quizás tenía que haber revisado las partes en que le preguntamos nosotros y usar el indirecto. Es un muy buen punto, Mar.
      Nada, darte las gracias otra vez por leerme. Me alegro mucho que te haya gustado🙂

      Y anímate y publica algo. Ya sé que no te ves con mucha gana, pero si no este blog está muy callado😏

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    2. Fermín, te leo y analizo con mucho gusto, así que aunque los demás no publiquemos, tú sigue a lo tuyo que te seguimos. Igual luego os paso un texto que escribí durante el curso...para que no se diga...jaja! Estoy leyendo bastante pero respecto a escribir..., estoy más bien en "modo vacaciones".

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  3. Muy interesante, Fermín! El principio y el final especialmente buenos de nuevo ;) la parte central, aunque muy informativa, me resulta un poco extensa, quizás se podría recortar algo del párrafo del río porque además me parece que queda repetitivo el tema de las terrazas cuando lo mencionas en el párrafo del juicio. Y la entrevista quizás podría pulirse un poco para que cuentes tú ciertas cosas y el entrecomillado se acorte, como decía Mar. Un abrazo!

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    1. Muchas gracias, Ana😊 Pues llevas razón en lo que dices. Es que lo que más suele costarme: 'entrelazar' o engarzar los aspectos que quiero contar. Esto me quedó muy claro en el curso con Sergio, que tanto insistia en esos aspectos. De hecho, en lo que quiero terminar ahora me vuelve a pasar lo mismo, que no termino de poder conectar bien dos cosillas dentro del texto. Pero bueno, ahí está la gracia de la escritura, en que es un ejercicio superchulo: contar con maña y que se ruede sin que chirríe😁
      Cuídate y gracias por comentar🤗

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